Hay dos tipos de personas, lo juro sin dudar,

las que ven un perro y sienten,

y las que siguen sin mirar.

Las que bajan la rodilla y ofrecen la mano,

y las que lo ignoran sin gesto humano,

las que saben que un perro no pide, regala,

y las que desprecian su amor sin escala.

Si no sabes que un perro no falla jamás,

que da sin medida, que no juzga más,

que está en la sombra, en la pena, en el duelo,

que guarda tu alma mejor que su cuerpo.

Si no ves en sus ojos la fe más sincera,

ni notas que espera, sin juicio, sin tregua.

Si no crees que un perro te puede enseñar

a ser más humano, a soltar y a confiar.

Si jamás te ha salvado un ladrido en silencio,

si nunca su mirada te leyó por dentro,

si piensas que un perro es solo un animal,

entonces no entiendes lo que es amar.

Porque amar a los perros es parte del ser,

del que ha sido herido, y ha vuelto a creer.

Del que no se esconde, del que va de frente,

del que sabe que un perro te sana la mente.

Si no valoras su vida, su paso, su luz,

si no entiendes que hay perros mejores que tú,

entonces te digo, sin filtro ni tabú:

si no te gustan los perros, no me gustas tú.